“Sin memoria y sin museos no hay futuro”
Pensaba estrenar mi perfil en esta plataforma de otra manera, con algo más trivial, más divertido de leer. Pero, cuando se banaliza la cultura, se relativizan y vulneran derechos, lo que debiera ser parte de una discusión saldada se torna acuciante y reemplaza a lo fast paced. Cada uno defiende su patrimonio como puede. A mí, me sale mejor cuando escribo.
Este lunes se supo, mediante el Boletín Oficial, que se derogaría el Museo Nacional de la Historia del Traje. Efectivamente, el Gobierno nacional cerrará el establecimiento. Pero, ¿por qué? ¿Por qué clausurar un espacio que funciona bien? ¿Con qué justificación se desmejora su situación descentralizándolo, haciendo que sea una ‘colección’ con muestras en otros espacios, siendo que tiene el suyo propio? ¿Por qué hacer desaparecer su figura de institución?
Cuesta encontrarle sentido a semejante acción, más aún cuando hablamos de un museo que lleva adelante un sinfín de actividades, desde charlas sobre historia de la moda –esta última como una industria cada día más relevante a nivel global– y recorridos guiados por las distintas exposiciones itinerantes –como Sastrería, Oficio & Historia, la cual visité hace poco más de dos meses–, hasta encuentros destinados al público infantil. Y todo esto, ¿para qué? Para responder a la importancia del estudio y la comprensión de la moda en tanto que poderoso elemento de comunicación, entre otras cuestiones.
El Museo del Traje, como tantas otras instituciones que también se encuentran en peligro, funciona como una plataforma esencial para que la comunidad acceda, de manera libre y gratuita, a una serie de derechos fundamentales: el derecho de acceso a la información –Ley 27.275–, a la educación –Ley 26.206– y a la cultura –parte clave de los DESC, ergo, Derechos Económicos, Sociales y Culturales–.
Este espacio revaloriza el oficio de la sastrería y cultiva, de manera temprana, el interés por nuestra riquísima historia: la historia de lo que vestimos, en el marco de una sociedad (¿avanzada?) en que hacerlo es un derecho y donde conocer nuestra historia y tener memoria no es una opción, sino una obligación ciudadana.
Una parte importante de la población –que se manifiesta, principalmente, bajo el cobijo del anonimato de las redes sociales– desconoce sus derechos. Piensa que tener un museo es un gasto, algo más para “mantener” con la “suya”. No cree en estos espacios como una inversión colectiva, como algo que nos conduzca a ser una sociedad más cultivada y preparada para la toma de las decisiones que impactan en su presente y, más aún, en el futuro de los que vendrán. ¿Se darán cuenta, algún día, de esto? ¿Sabrán que la cultura es un elemento fundamental para la evolución de la sociedad, reconocido por nuestra Constitución Nacional y por Tratados Internacionales de Derechos Humanos, que ningún gobierno debería poder sobrepasar?
Escribo con la esperanza de que esta situación se modifique. Eso sí, con la ayuda activa de los ciudadanos que tienen el deber de cuidar su patrimonio.
* Esta nota se escribe en un contexto de descontento generalizado debido a la ineficiencia y ausencia del Estado argentino en cuestiones que representan, además de necesidades y derechos, un orgullo para la población: la educación pública, la salud y la cultura. Hoy, 2 de octubre, se llevará adelante una nueva marcha federal universitaria, en defensa de la universidad pública, gratuita y de calidad.
¡Gracias por leer!
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